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Heath's Modern Language Series: Spanish Short Stories Part 19

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Los soldados, haciendose almohadas de las monturas, imitaron su ejemplo, y poco a poco fue apagandose el murmullo de sus voces.

a la media hora solo se oian los ahogados gemidos del aire que entraba por las rotas vidrieras de las ojivas del templo, el atolondrado revolotear de las aves nocturnas que tenian sus nidos en el dosel de piedra de las esculturas de los muros, y el alternado rumor de los pasos del vigilante que se paseaba envuelto en los anchos pliegues de su capote, a lo largo del portico.

II

En la epoca a que se remonta la relacion de esta historia, tan veridica como extraordinaria, lo mismo que al presente, para los que no sabian apreciar los tesoros del arte que encierran sus muros, la ciudad de Toledo no era mas que un poblachon destartalado, antiguo, ruinoso e insufrible.

Los oficiales del ejercito frances, que a juzgar por los actos de vandalismo con que dejaron en ella triste y perdurable memoria de su ocupacion, de todo tenian menos de{149-1} artistas o arqueologos, no hay para que decir que se fastidiaban soberanamente en la vetusta ciudad de los Cesares.{149-2}



En esta situacion de animo la mas insignificante novedad, que viniese a romper la monotona quietud de aquellos dias eternos e iguales, era acogida con avidez entre los ociosos; asi es que la promocion al grado inmediato de uno de sus camaradas, la noticia del movimiento estrategico de una columna volante, la salida de un correo de gabinete o la llegada de una fuerza cualquiera a la ciudad, convertianse en tema fecundo de conversacion y objeto de toda clase de comentarios, hasta tanto que otro incidente venia a sust.i.tuirle, sirviendo de base a nuevas quejas, criticas y suposiciones.

Como era de esperar, entre los oficiales que, segun tenian de costumbre, acudieron al dia siguiente a tomar el sol y a charlar un rato en el Zocodover, no se hizo platillo de otra cosa que de la llegada de los dragones, cuyo jefe dejamos en el anterior capitulo durmiendo a pierna suelta y descansando de las fatigas de su viaje. Cerca de una hora hacia que la conversacion giraba alrededor de este asunto, y ya comenzaba a interpreta.r.s.e de diversos modos la ausencia del recien venido, a quien uno de los presentes, antiguo companero suyo de colegio, habia citado para el Zocodover, cuando en una de las boca-calles de la plaza aparecio al fin nuestro bizarro capitan despojado de su ancho capoton de guerra, luciendo un gran casco de metal con penacho de plumas blancas, una casaca azul turqui con vueltas rojas y un magnifico mandoble con vaina de acero, que resonaba arrastrandose al compas de sus marciales pasos y del golpe seco y agudo de sus espuelas de oro.

Apenas le vio su camarada, salio a su encuentro para saludarle, y con el se adelantaron casi todos los que a la sazon se encontraban en el corrillo, en quienes habian despertado la curiosidad y la gana de conocerle los pormenores que ya habian oido referir acerca de su caracter original y extrano.

Despues de los estrechos abrazos de costumbre y de las exclamaciones, placemes y preguntas de rigor en estas entrevistas; despues de hablar largo y tendido sobre las novedades que andaban por Madrid, la varia fortuna de la guerra y los amigotes muertos o ausentes, rodando de uno en otro asunto la conversacion, vino a parar al tema obligado, esto es, las penalidades del servicio, la falta de distracciones de la ciudad y el inconveniente de los alojamientos.

Al llegar a este punto, uno de los de la reunion que, por lo visto, tenia noticia del mal talante con que el joven oficial se habia resignado a acomodar su gente en la abandonada iglesia, le dijo con aire de zumba:

--Y a proposito de alojamiento, que tal se ha pasado la noche en el que ocupais?

--Ha habido de todo, contesto el interpelado; pues si bien es verdad que no he dormido gran cosa, el origen de mi vigilia merece la pena de la velada. El insomnio junto a una mujer bonita no es seguramente el peor de los males.

--Una mujer! repitio su interlocutor como admirandose de la buena fortuna del recien venido; eso es lo que se llama llegar y besar el santo.{151-1}

--Sera tal vez algun antiguo amor de la corte que le sigue a Toledo para hacerle mas soportable el ostracismo, anadio otro de los del grupo.

--Oh! no, dijo entonces el capitan; nada menos que eso. Juro, a fe de quien soy, que no la conocia, y que nunca crei hallar tan bella patrona en tan incomodo alojamiento. Es todo lo que se llama una verdadera aventura.

--Contadla! contadla! exclamaron en coro los oficiales que rodeaban al capitan; y como este se dispusiera a hacerlo asi, todos prestaron la mayor atencion a sus palabras, mientras el comenzo la historia en estos terminos:

--Dormia esta noche pasada como duerme un hombre que trae en el cuerpo trece{152-1} leguas de camino, cuando he aqui que en lo mejor del sueno me hizo despertar sobresaltado e incorporarme sobre el codo un estruendo horrible, un estruendo tal, que me ensordecio un instante para dejarme despues los oidos zumbando cerca de un minuto, como si un moscardon me cantase a la oreja.

Como os habreis figurado, la causa de mi susto era el primer golpe que oia de esa endiablada campana gorda, especie de sochantre de bronce, que los canonigos de Toledo han colgado en su catedral con el laudable proposito de matar a disgustos a los necesitados de reposo.

Renegando entre dientes de la campana y del campanero que la toca, disponiame, una vez apagado aquel insolito y temeroso rumor, a coger nuevamente el hilo del interrumpido sueno, cuando vino a herir mi imaginacion y a ofrecerse ante mis ojos una cosa extraordinaria. a la dudosa luz de la luna que entraba en el templo por el estrecho ajimez del muro de la capilla mayor, vi una mujer arrodillada junto al altar.

Los oficiales se miraron entre si con expresion entre asombrada e incredula; el capitan, sin atender al efecto que su narracion producia, continuo de este modo:

--No podeis figuraros nada semejante a aquella nocturna y fantastica vision que se dibujaba confusamente en la penumbra de la capilla como esas virgenes pintadas en los vidrios de colores que habreis visto alguna vez destaca.r.s.e a lo lejos, blancas y luminosas, sobre el obscuro fondo de las catedrales.

Su rostro ovalado en donde se veia impreso el sello de una leve y espiritual demacracion, sus armoniosas facciones llenas de una suave y melancolica dulzura, su intensa palidez, las purisimas lineas de su contorno esbelto, su ademan reposado y n.o.ble, su traje blanco y flotante, me traian a la memoria esas mujeres que yo sonaba cuando casi era un nino. Castas y celestes imagenes, quimerico objeto del vago amor de la adolescencia! Yo me creia juguete de una alucinacion, y sin quitarle un punto los ojos, ni aun osaba respirar, temiendo que un soplo desvaneciese el encanto. Ella permanecia inmovil.

Antojabaseme al verla tan diafana y luminosa que no era una criatura terrenal, sino un espiritu que, revistiendo por un instante la forma humana, habia descendido en el rayo de la luna, dejando en el aire y en pos de si la azulada estela que desde el alto ajimez bajaba verticalmente hasta el pie del opuesto muro, rompiendo la obscura sombra de aquel recinto lobrego y misterioso.

--Pero... exclamo interrumpiendole su camarada de colegio, que, comenzando por echar a broma la historia, habia concluido interesandose con su relato: como estaba alli aquella mujer? No la dijiste nada? No te explico su presencia en aquel sitio?

--No me determine a hablarla, porque estaba seguro de que no habia de contestarme, ni verme ni oirme.

--Era sorda?

--Era ciega?

--Era muda? exclamaron a un tiempo tres o cuatro de los que escuchaban la relacion.

--Lo era todo a la vez, exclamo al fin el capitan despues de un momento de pausa; porque era... de marmol.

Al oir el estupendo desenlace de tan extrana aventura, cuantos habia en el corro prorrumpieron en una ruidosa carcajada, mientras uno de ellos dijo al narrador de la peregrina historia, que era el unico que permanecia callado y en una grave act.i.tud:

--Acabaramos de una vez! Lo que es de ese genero, tengo yo mas de un millar, un verdadero serrallo, en San Juan de los Reyes; serrallo que desde ahora pongo a vuestra disposicion, ya que, a lo que parece, tanto os da de una mujer de carne como de piedra.

--Oh! no... continuo el capitan, sin altera.r.s.e en lo mas minimo por las carcajadas de sus companeros: estoy seguro de que no pueden ser como la mia. La mia es una verdadera dama castellana que por un milagro de la escultura parece que no la han enterrado en un sepulcro, sino que aun permanece en cuerpo y alma de hinojos sobre la losa que la cubre, inmovil, con las manos juntas en ademan suplicante, sumergida en un extasis de mistico amor.

--De tal modo te explicas, que acabaras por probarnos la verosimilitud de la fabula de Galatea.

--Por mi parte, puedo deciros que siempre la crei una locura; mas desde anoche comienzo a comprender la pasion del escultor griego.

--Dadas las especiales condiciones de tu nueva dama, creo que no tendras inconveniente en presentarnos a ella. De mi se decir que ya no vivo{154-1} hasta ver esa maravilla. Pero... que diantres te pasa?...

diriase que esquivas la presentacion. Ja! ja! ja! Bonito fuera que ya te tuvieramos hasta celoso.

--Celoso, se apresuro a decir el capitan, celoso... de los hombres, no... mas ved, sin embargo, hasta donde llega mi extravagancia. Junto a la imagen de esa mujer, tambien de marmol, grave y al parecer con vida como ella, hay un guerrero... su marido sin duda.... Pues bien... lo voy a decir todo, aunque os mofeis de mi necedad... si no hubiera temido que me tratasen de loco, creo que ya lo habria hecho cien veces pedazos.

Una nueva y aun mas ruidosa carcajada de los oficiales saludo esta original revelacion del estrambotico enamorado de la dama de piedra.

--Nada, nada; es preciso que la veamos, decian los unos.

--Si, si, es preciso saber si el objeto corresponde a tan alta pasion, anadian los otros.

--Cuando nos reuniremos a echar un trago en la iglesia en que os alojais? exclamaron los demas.

--Cuando mejor os parezca: esta misma noche si quereis, respondio el joven capitan, recobrando su habitual sonrisa, disipada un instante por aquel relampago de celos.--a proposito. Con los bagajes he traido hasta un par de docenas de botellas de _Champagne_, verdadero _Champagne_, restos de un regalo hecho a nuestro general de brigada, que, como sabeis, es algo pariente.

--Bravo! bravo! exclamaron los oficiales a una voz, prorrumpiendo en alegres exclamaciones.

--Se bebera vino del pais!

--Y cantaremos una cancion de Ronsard!

--Y hablaremos de mujeres, a proposito de la dama del anfitrion!

--Conque... hasta la noche!

--Hasta la noche.

III

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Heath's Modern Language Series: Spanish Short Stories Part 19 summary

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